INTRODUCCIÓN DEL LIBRO DEL HISTORIADOR GABRIEL CARDONA:
Es característico de la España contemporánea el protagonismo político de los militares, debido en parte a los problemas internos de las instituciones armadas, pero sobre todo, por la naturaleza de la sociedad española y al retraso de su modernización. La falta de densidad de la sociedad civil, como decía Azaña o, de otro modo, la debilidad de las clases medias frustró repetidamente los intentos de modernizar el Estado y cada fracaso generó vacíos de poder que llenó el Ejército. Aunque su presencia en la política no es achacable exclusivamente a la voluntad de los generales, sino también al deseo de las fuerzas civiles.
Habitualmente, los gobiernos se empeñaron en hacer de las instituciones de defensa, órganos políticos y policiales, que entorpecieron la vida del Estado y retrasaron la normalización democrática. Naturalmente este era el objetivo buscado por los grupos más anticuados de la sociedad española que, incapaces de hacerse con el poder mediante procedimientos parlamentarios, preferían manipular a los militares.
Ante la ausencia de una sociedad desarrollada, nuestros siglos XIX y XX tuvieron en el Ejército la institución política más poderosa, y los verdaderos árbitros fueron los “espadones”, generales que contaban con el respaldo institucional. En el XIX disfrutaron de tal situación Espartero, cabeza del progresismo; Narvaez, amparo de la derecha más dura; O’Donnel, el centrista conservador; Prim y Serrano, los hombres de la izquierda liberal. En el XX, el mismo Alfonso XIII acabó convertido en espadón por una mala aplicación del canovismo, seguido por Primo de Rivera y Franco. Sin olvidar algunos espadones frustrados como López Domínguez, Polavieja, Sanjurjo o Muñoz Grandes.
En estos siglos, la potencia política de los militares y el enorme volumen de sus escalafones se ha combinado con un fenómeno curioso: jamás, desde 1814, España ha sido amenazada estratégicamente por Francia o Portugal, sus únicos vecinos por tierra, la proximidad marroquí ha resultado peligrosa por pasiva y nuestro país ha presenciado marginalmente dos guerras mundiales sin prepararse militarmente para ninguna.
Normalmente ha sido escaso el éxito de los intentos de reforma técnica y adecuación material. Ni siquiera la firma del pacto con EE.UU., en 1953 impulsó al gobierno español a modernizar el ejército, que debió esperar cinco años, hasta el tímido intento Barroso, en seguida abandonado. Los propósitos reformistas, que no han sido pocos en estos dos siglos, se han orientado a racionalizar las cuestiones de personal, incluso en los dos casos más ambiciosos, Cassola y Azaña, pues el gran mal del ejército, desde la primera Guerra Carlista, ha sido el excesivo número de oficiales.
Estos eran también víctimas de una política militar disparatada que no deseaba un ejército apto para la defensa exterior del Estado sino para servir de fuerza de orden público, manipulable políticamente. Ningún gobierno ha intentado otra cosa, nadie ha iniciado un esfuerzo para apartar al Ejército de la política y convertirlo en una eficiente máquina militar. Ni siquiera las dictaduras de Primo de Rivera y Franco se esforzaron por crear una fuerza capaz para la guerra moderna.
Este libro pretende repasar cronológicamente la evolución del problema. La disfunción histórica de un ejército al que ningún militar o civil pretendió preparar para parecersea un ejército europeo y que más pagado con orgullo que con dinero, intervino en cuatro guerras civiles, en innumerables pronunciamientos, alborotos o cuartelazos, fue policía antidisturbios, tribunal de excepción, cantera de personal administrativo y político.
GABRIEL CARDONA, EL PROBLEMA MILITAR EN ESPAÑA, Hª16 Madrid, 1990